Dicen que tal o cual lugar es muy caro. O que en ciertos sitios no hay picadas...
Así como en Santiago se pilla de todo (¡de todo!), en otras capitales también -hurgueteando- puede encontrarse eso que en los folletos oficiales se niega.
En La Habana insisten en que los turistas deben cambiar sus dólares o euros solo a CUC, o "Peso cubano convertible". Con esa moneda uno puede ir a los lugares turísticos, como la "Bodeguita del medio", comprar un mojito y sacarse fotos donde estuvieron Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Ernest Hemingway, Nicolás Guillén -y una enorme cantidad de actores hollywoodenses- y cumplir con la puerta turística de Cuba.
Pero también se pueden cambiar dólares a CUP, o "Peso cubano nacional", aunque te aconsejan mil veces que no, ya que es la moneda que el propio cubano utiliza en su país, y que no se utiliza en los lugares para turistas.
Con el peso cubano, uno se aleja de los flash del turismo y entra a La Habana normal, local, cotidiana.
Si el mojito cuesta el símil de $2.000 pesos chilenos, en el centro no histórico se compra una hamburguesa por $250 pesos chilenos. Por $50 (sí, $50 chilenos) se añade un rico vaso de jugo, ¿Bebida? $150.
Así podemos acercarnos, aunque sea un milímetro, a la Cuba que viven y comen los cubanos, y que está diferenciada hasta en el tipo de cambio de moneda: el CUC para turistas, y el CUP para cubanos, aunque ya sabemos que es posible aproximarse.
En pleno centro de Cuba, a una cuadra del Hotel Habana Libre (donde alguna vez funcionó en el octavo piso el Cuartel General del Régimen de Castro), se ubica la tradicional heladería Coppelia, otro imperdible según las guías de turismo.
ResponderEliminarCuando llegamos con mi polola a la plaza donde se emplaza la heladería, vimos una cola eterna. Sin pedir explicaciones ni seguir las recomendaciones de la guía, nos pusimos a la fila, esperando pacientemente que avanzara para tener nuestro turno de entrar.
Pasaron varios minutos, más de 35 diría yo sin exagerar, hasta que nos vimos a las puertas del Coppelia. Sin embargo, antes de hacer ingreso, un cubano nos miró raro y nos empujó a salir del lugar. "Los extranjeros comen allá", y nos indicó un sector especialmente acomodado para los foráneos, el cual obviamente no tenía ninguna fila de ingreso. Dudamos, pero finalmente, tras los 35 minutos esperando, decidimos otra vez no obedecer y caminamos al Coppelia de verdad.
Una vez adentro, nos asignaron una mesa, la cual minutos después tuvimos que compartir con otra pareja. Éramos cuatro, pero ellos hablaban sin tapujos de sus temas y nosotros tratábamos de parecer cubanos, aunque cubanos demasiado chilenos, tímidos y poco conversadores.
Un mozo nos trajo el helado sin que le alcanzáramos a pedir. No había necesidad de hacerlo, en todo caso, porque en el Coppelia de verdad se come solo un tipo de helado: Un platillo de plástico y dos bolitas de un helado que nunca adivinamos bien qué sabor tenía. Unas galletitas complementaban el postre.
Tampoco había opción de repetirse, porque afuera la fila seguía larga y había que dejar espacio a los nuevos "clientes".
Al momento de pagar, caímos en cuenta del grave problema que se nos venía encima. !No teníamos CUP!
Con algo de temor y la misma vergüenza del chileno promedio, le hice ver al mozo cubano nuestro problema.
Para sorpresa nuestra, el amigo reaccionó sonriente. "Deme 10 CUC", me dijo. Miento en la cifra, porque no la recuerdo, pero luego confirmamos que le pagamos como si hubiésemos comido 5 platillos de helado cada uno, y además le quedó propina.
Cuando recuerdo mi viaje a Cuba, siento que sin esa experiencia del Coppelia, en realidad nunca habría conocido Cuba.
suscribimos con Coté el comentario: debajo de la Cuba 'turístico - oficial', como corriente subterránea cercana al magma terrestre, late y se puede respirar, comer y beber la Cuba profunda, sin glamour ni maquillaje pero fundamentalmente auténtica. un viaje 100 % recomendado.
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